FRIDA KAHLO: MIRAR SU OBRA COMO SI HUBIERA SIDO PINTADA ESTA MAÑANA
LA VIDA Y OBRA DE FRIDA KAHLO MERECEN SER VISTAS FUERA DE LOS CLICHÉS EN QUE SE LES HA ENCASILLADO EN LOS ÚLTIMOS AÑOS
Entre las y los artistas mexicanos, probablemente nadie tiene la celebridad internacional de la que goza Frida Kahlo (y en alguna medida, también su obra).
De unos años para acá, el nombre de Frida Kahlo se ha convertido, sobre todo fuera de México, en una especie de credencial del arte mexicano, como si la obra de la artista fuera el equivalente de cualquier otra expresión creativa realizada en el país.
Por un lado, cierta parte de la obra de Kahlo posee características que se identifican fácilmente con la imagen que en el extranjero suele tenerse de lo artístico mexicano en particular y de lo latinoamericano en general. Esto es, la profusión de los colores, lo apasionado de los temas, el pensamiento mágico como elemento persistente de la manera de ser y estar en el mundo. En pocas palabras, el exotismo de la realidad cotidiana.
Por otro lado, la figura de Kahlo se ha hecho acompañar de algunos discursos que, aunque críticos, forman parte de la discusión pública dominante de nuestra época. Desde hace unos años, su vida y su obra han sido leídas desde el feminismo (o desde algunas de sus corrientes) y a Kahlo se le ha presentado como una suerte de protofeminista mexicana, lugar todavía más preponderante en un país de costumbres profundamente machistas, reflejadas en su caso en la relación polémica que sostuvo con el pintor Diego Rivera. Para muchas personas, Kahlo se ha convertido en un icono del feminismo (en detrimento de otros intereses políticos que sostuvo en vida, como el comunismo o las tendencias de acción política del México posrrevolucionario).
Estas y otras circunstancias han hecho de la artista un icono, lo cual tiene al menos dos implicaciones importantes. La primera es que facilita la transmisión de su imagen, su obra y algunos hechos de su vida. La segunda es que eso mismo, vida y obra, se simplifican para poder ser adoptadas por un público mayoritario.
Es importante ir más allá de la narrativa predominante con que se nos ofrece en la actualidad a Frida Kahlo. Su historia no fue sencilla en prácticamente ningún momento de su vida. Nadie en México escapó a los efectos de la Revolución iniciada en 1910, y Frida no fue la excepción. Le tocó vivir los años convulsos de las dos Guerras Mundiales, además del ascenso y consolidación del socialismo como alternativa política de gobierno en varios países del mundo. A nivel personal, el accidente por el que casi muere y que marcó su vida también tiene un lugar preponderante en el rompecabezas de su obra. Asimismo, su apropiación de cierta idea de nacionalismo y su relación con otras corrientes artísticas de la época, en particular las europeas.
La figura y la trayectoria de Kahlo son complejas. Esta es una invitación a acercarse a ella desde dicha complejidad, sin intentar reducirla. Sin mirarla desde los clichés, los prejuicios o las prenociones. Sin dejar que otros miren y piensen por nosotros.
Mirarla como si la suya fuera una obra pintada ayer, como si su dolor, su entusiasmo, su asombro, su rabia, su alegría, su esperanza, su felicidad, hubieran sido sentidos apenas esta mañana o la noche anterior.
El lugar de Frida Kahlo en la historia del arte mexicano (y del arte a secas) no es gratuito. Pero en su caso, en medio de tanta bruma, quizá sea necesario entornar los ojos para ver mejor, para mirarla de nuevo.
De publicación reciente, el libro Frida en París, 1939 (Turner), de Jaime Moreno Villareal, que explora un momento la época en que Frida Kahlo residió en la capital francesa, donde llegó porque encabezó con su obra la exposición Mexique, organizada por André Breton en la Galería Renou et Colle.
Actualmente, el Frontón México alberga Frida, una exposición multimedia que se presenta como “experiencia inmersiva” pues se trata de proyecciones digitales de algunas obras de la artista a gran escala sobre muros y pisos, en un entorno propicio para generar impresiones espectaculares.