DE BAJADA
Es de pena ajena el afán de reconocimiento y admiración que obsesiona a algunas personas. Triste y vergonzoso desear ser reconocido por logros tal vez cuestionables, pues eso es algo que no puede venir de uno mismo ya que demuestra una gran inseguridad y un exceso de vanidad. Si alguien cree merecer el reconocimiento ajeno debe esperar a que venga de alguien más, y si no llega lo más probable es que no era merecido. Aunque se puede dar el caso de quienes escatiman un reconocimiento merecido ante un obvio acierto. A eso se llama mezquindad. También una de las cosas más despreciables son los “canta-favores” que son aquellos que están recordando el haber ayudado a alguien. Si haces un favor lo debes olvidar, y si te hacen un favor nunca lo olvides. La educación en sobriedad impone al sujeto los límites de la soberbia y modera el afán de admiración ajena. Es importante el equilibrio entre no decir nada y hablar de más cuando a nadie le interesa, al estar absortos en sus propios problemas y actividades. No importa la belleza ni la inteligencia, importa la seguridad.
Es posible que sean más las historias de las cosas que no pudieron ser que las que si sucedieron. Pero contra todas esas historias desafortunadas, hay otras que de no haber sucedido como fue, no estaríamos aquí, como el choque hace 4500 millones de años de la proto-luna con la proto-tierra (lo que nos ha mantenido en equilibrio desde entonces) O el impacto del asteroide Chicxulub hace 66 millones de años (que permitió el arribo de los mamíferos). El azar está en todas partes.
Traer el recuerdo de algo o alguien puede ser dulce y gratificante, pero también puede asomar la culpa y el arrepentimiento de algo que debió o pudo haber sido diferente. De ahí que el vivir aferrado a los recuerdos puede no ser muy conveniente. Aunque inevitablemente llegan los momentos difíciles, se debe ser más aventurero con la edad y convivir con lo inesperado. Lo que yo veo de aquí para allá no tiene edad, fallas ni defectos, pero de allá para acá seguramente se aprecia el deterioro, y aunque no confío en ninguno, le creo más al espejo que a la fotografía. La naturaleza inconstante de quien no acepta compromisos y obligaciones.
Sin duda eres el mejor en lo que haces, de otra forma alguien más lo estaría haciendo por ti. Y aunque las ventajas que tenemos desaparecen más rápido de lo que quisiéramos, un error tiene un valor sorprendente, pues te lleva a donde no imaginaste. Pero la confianza se erosiona, las amistades se diluyen, se olvidan los nombres y las caras, cambian las prioridades y se distancian los apegos. Nos aburre lo mismo, somos infieles a nuestras creencias al negarnos a la competencia de solo ser diferentes. Pausado, pero no lento, es posible retrasar el envejecimiento no necesariamente siendo consistentes. Puede ser más estimulante cambiar de actitud y actividad al empezar haciendo lo más difícil dentro de lo que te gusta, y lo más sencillo dentro de lo que no te gusta. La memoria se beneficia de la novedad, y la felicidad puede estar en saberse útil.