Editorial

LA CONDICIÓN HUMANA

Por Jaime Pérez García.

Es la que aparece cuando alguien inferior expone mejores ideas que las de un superior, a lo que este percibe como una amenaza y una pérdida de estatus, y ahí sus actitudes pueden variar desde minimizar, desestimar y ocultar las ventajas de la idea, hasta aceptar y reconocer el mérito ajeno, o compartir la autoría del acierto. Y así es posible entender los diferentes valores y encontrar las oportunidades ocultas, porque es difícil aceptar un punto de vista ajeno que es diferente a lo que se cree. En las horas oscuras y las horas luminosas, hay algunos a los que les ha costado tanto llegar a donde están que se aferran de forma enfermiza al poder, enfrentando con éxito a su populismo resentido, que fomenta el odio social hacia los que (por cualquier motivo) tienen recursos, educación y futuro. Y no importa hacerse más pobres, el caso es joderse a los ricos, y que todos perdamos.

Cuando tratas de resolver un problema desde un ángulo, y la solución no aparece, tal vez lo mejor sea enfrentarlo desde un ángulo diferente. En vez de iniciar desde lo general a lo particular, hacerlo de lo particular a lo general, y como sin darte cuenta, empezar a hacer las cosas de otra forma, lo que puede facilitar (o dificultar) los resultados. Esta es una estrategia de tipo militar, como las ideas que llegan con una palabra, luego dos, y luego una oración. Y me asombran y me divierten los escritos, que se producen con frases e ideas sueltas y sin ninguna relación aparente, que luego se van hilvanando sorpresivamente y al azar, como por otra voluntad. Y ahí no importa si los demás no entienden o no aprecian lo que haces, lo que importa es no dejar de hacerlo, pues cualquier día se puede apagar la luz.


Dejamos pasar el tiempo y posponemos las cosas como si fuésemos a vivir 300 años, mientras se diluyen y desaparecen las oportunidades. Es un arte saber retirarse a tiempo al levantarse de la mesa, pues es mejor retirarse antes de tiempo que quedarse cuando ya no conviene. Ahí se pueden usar los trucos personales que han probado su efectividad, porque nunca se sabe cómo, de quién o de dónde saldrá tu próxima lección al compartir tus ventajas. Porque lo que no sucedió se va quedando atrás y deja su lugar a lo inesperado, como las piezas de un nuevo juguete que se van armando. Hay imágenes de la infancia que permanecen en la memoria, y aunque las actitudes cambian, los nombres se olvidan, las caras se borran, el amor se acaba, las sonrisas desaparecen y la luz se apaga, aparece en lo que no puede ser resuelto, un drama íntimo que se diluye en la indiferencia.


A medida que pasan los años (que es lo que saben hacer) podemos irnos haciendo un poco más ciegos (para no ver el deterioro propio y el ajeno), un poco más sordos (para no escuchar o decir estupideces y comentarios negativos), y también un poco más desmemoriados (para no recordar los malos momentos y las ofensas hechas y recibidas). Y así, en esa nebulosa autoimpuesta, poder vivir un poco más tranquilos. Porque es un misterio la diferencia en la velocidad del envejecimiento de diferentes personas, lo que también depende de la genética, la calidad de vida y la alimentación que se han llevado, pero sobre todo de la actitud con la que enfrentamos las inevitables adversidades que nos acompañan, y que al final son las que dibujan en el rostro “the lines of age”, como decía Neil Young en “Words”.

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