Editorial

LA MEMORIA DEL OLVIDO

Tal vez estas son palabras que ya han sido dichas. Pero de ser así, esto no es un plagio pues yo no recibo dinero por estas líneas. Plagio es lucrar con el talento ajeno. Hoy, cuando todas las necesidades se satisfacen de inmediato, ya no queda lugar para los anhelos, y así ante lo precario de nuestros afanes, al intentar mejorar algo a veces hay que hacerlo primero mucho peor, para tal vez sobrevivir con dignidad. Parece ser que esta persistente necesidad de velocidad y rapidez que nos domina tiene que ver con la eficiencia en el uso de nuestro limitado tiempo, porque es lo más preciado que tenemos, y además no regresa. Hay quienes no recomiendan practicar las multitareas, yo no coincido.

En mi caso, al estar ocupado en varias cosas al mismo tiempo, me parece que unas retroalimentan y enriquecen a las otras. Y así, lo que resulta es casi siempre impredecible, pero no necesariamente insatisfactorio, pues aunque las cosas buenas pueden ser el preludio de algo terrible, nadie nos debe imponer la velocidad en una conversación o en un duelo de argumentos. Hay personas a las que si les compartes alguna debilidad propia, eventualmente la pueden usar en contra tuya, y esos son casi siempre aquellos que tienen un hambre desmedido de reconocimiento, que es producto de una gran inseguridad.

El potencial de la IA hoy parece que solo se usa en tareas rutinarias y en la automatización de tareas individuales, y no en trabajos completos. La IA requiere la intervención humana cuando es parte de trabajos más complejos. Hoy se utiliza más para sustituir al personal y bajar los costos, y no en hacer más productiva la labor del personal actual. Mucha gente la ve como una amenaza para los empleos, y lo es para algunos. Algo bueno es que el pensamiento abstracto todavía no ha sido cubierto por la IA. Pues en realidad solo es una enorme memoria atiborrada de datos, algoritmos y combinaciones. Muestra lo que parece conveniente y que puede ser una sorprendente iluminación, o un fiasco, y esa incertidumbre alimenta la ambición. A todos nos ha sucedido que conoces a una persona y sin explicación alguna mutuamente se dan toda su confianza, como si se conocieran de toda la vida. Puede ser un “deja vú” o “un amor a primera vista” pero este misterio puede tener su origen (no comprobable) en que tal vez el alma de esa persona fue parte de alguien cercano en otra vida. Solo desaparece el cuerpo físico, y no esa energía (electro-química) que llamamos alma, y así, el alma solo cambia de huésped, de acuerdo a un misterioso designio aleatorio e inexplicable. Las almas pasan entonces a otras entidades con los residuos de vidas anteriores que se vivieron, pero sin ningún recuerdo consciente de aquellas.

A todos nos gusta la presencia de la belleza. Una mujer, un atardecer, una obra de arte o una melodía.

Estamos hechos para el disfrute, y aunque no siempre es gratis (sin hablar de dinero) a veces tiene un precio en esfuerzo y atención que se paga con gusto. Pues aunque no sabes ni de dónde ni cómo vino, hay alguien que te trasmite casualmente la palabra clave, con la que al fin puedes resolver aquello que traes en la cabeza, porque todos deseamos ser especiales para tener una vida significativa y plena, llena de experiencias enriquecedoras, y aunque no soportamos los momentos insignificantes, sin darnos cuenta que son precisamente esos momentos los que nutren lo que resulta significativo. Cuando en realidad cada momento puede ser único y memorable.

El encanto femenino es de las pocas cosas agradables que todavía quedan. Es el motor secreto que mueve los afanes e impulsos masculinos, y ellas, aún con sus expresiones de enojo y de hartazgo (casi siempre espontaneas) son encantadoras, y más, claro, cuando aparece un breve mohín de coquetería, y se entiende ese lenguaje seductor de una mujer, que sin mirarte muestra un trozo de su piel con una sonrisa cómplice, franca y juguetona, en línea con su femenina simetría. Una sonrisa femenina es como una promesa, y se les agradece el soportar nuestras angustias y debilidades al perdonar nuestras caídas, aunque a veces se deleiten con sadismo, al estar sacando los archivos del pasado. Nunca olvidan. La mujer al estar sola siempre es vulnerable, está en riesgo y necesita ser protegida, pues es ella y solo ella quien elegirá a su huésped. La mujer es como el agua, suave y dócil, pero también corroe hasta el acero más duro. Son admirables, de sentimientos poderosos pero instintos pacíficos. De espíritu libre y valiente, madres y abuelas dedicadas y cariñosas, profesionales limpias, responsables e inteligentes. Como salmones, siempre nadando contracorriente, difíciles de corromper, pues la forma más fácil de ganarse a alguien es a través de sus vicios, y no son muy inclinadas a ellos. Y aun cuando alguna pueda ser llamada “zorra”, palabra que parece ofensiva, pero que tiene su encanto, pues el zorro es un astuto, noble y bello animal.

“Nunca sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es la única opción”

(Bob Marley)

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