RECONOCER…
RECONOCER…
La generosidad y la gratitud son las más altas cualidades humanas
Nada más permanente que un espacio físico diseñado, su impacto es duradero, múltiple y variable, sea positivo o no. Por eso el arquitecto debe dotar a los espacios con elementos inspiradores, inquietantes y misteriosos. Abiertos a múltiples interpretaciones ya que el papel del arte es expandir la visión que se tiene del mundo, y que puede incluir todo aquello que inventamos para vivirlo de mentiras. Los espacios no deben distraer, deben inspirar.
Las obras de construcción no solo dependen del arquitecto y sus ideas, el cliente influye en mayor o menor grado, a veces con resultados inconvenientes sobre todo por aquellos que “no saben que no saben”, hay otros clientes que enriquecen los resultados con sorpresas inesperadas. Conviene también dar lugar a la frescura e innovación de los jóvenes. En varias ocasiones aprendí más de ellos que de los maestros.
Cuando alguien está sediento de reconocimiento es por dos motivos: una gran inseguridad, casi siempre producida por las hermanas gemelas: la soberbia y la ignorancia, o, por una autentica necesidad de afianzar las bases de sus esforzadas acciones. Al estimular a alguien le trasmites audacia y licencia de creatividad. Reconociendo la calidad de la colaboración ajena, y si es merecida y auténtica, producirá una mayor dedicación. No siempre la gente pide más dinero, a veces el reconocimiento les representa más valor, y produce mayor beneficio a quien lo otorga, casi siempre la seguridad que otorga el reconocimiento se corresponde con recíprocidad, aunque hay mentes metalizadas que no reconocen el valor de una actividad bien hecha, porque suponen que les van a pedir más dinero, sin saber que tal vez solo aspiran a una sonrisa, una palmada, un gracias. No puedes trabajar cuando no eres feliz, y, no es un buen maestro aquel que no es superado por sus alumnos. Ser un facilitador, una inspiración.
Cuántas cosas valiosas han quedado en el olvido debido a la ingratitud y a la indiferencia. Pero la evaluación debe iniciar con la autoevaluación, debiendo estar expuesto a las cosas que te ponen incómodo. Serios problemas se avecinan en el horizonte: la crisis de los migrantes, que en México ya no son solo vienen de centroamerica, vienen de Haití, Cuba, Nigeria, Camerún, Bangladesh, etc. fenómeno mundial en el que ya se corrió la voz de que por aquí sí se puede, menudo lío en el que nos estamos metiendo… aunque, también puede ser enriquecedor (En Nueva York entre 1820 y 1890 llegaron 10 millones). Otra ola impredecible son los “chalecos amarillos”, no sería la primera vez que de Francia nos llegue la ola, el 68… pero debemos saber ver el destello luminoso en los bordes de la nube más negra.
Inicia la época de la cuarta pantalla, la del automóvil. La primera fue la televisión, la segunda la computadora, y la tercera el celular. Estamos en la hiperconección y las multi tareas, inmersos en la elocuencia del silencio, pudiendo fomentar las maravillosas combinaciones del azar. Los diferentes materiales y sistemas constructivos de un espacio, los que le dan forma y sentido, deben dialogar en silencio, y en algunos casos, polemizar para, de esas conexiones propiciar figuras del pensamiento como formas de tránsito a la inteligencia productiva.
La arquitectura es un arte inmersívo, estas dentro de la obra de arte. Cuando no lo buscas, aparece lo que estaba perdido, y dar las gracias no cuesta nada, y si te acompaña el don de la oportunidad (estar en el lugar adecuado en el momento adecuado) tener cuidado que no se te escape de las manos como un hilito de agua.
Actúa ahora, ajusta más tarde
- Jaime Claudio Pérez García