Editorial

INTERFERENCIAS

​“Más vale bueno por conocer, que malo conocido” ​​​​​​​​​​


Las segundas oportunidades son hermanas de las oportunidades perdidas, y uno se hace viejo cuando sustituye los planes y las ilusiones por las culpas y los recuerdos. Solo el presente medio se deja manejar, el pasado y el futuro no. La angustia puede ser conveniente ya que los problemas nunca nos dan una advertencia, y hacer algo de cierta forma no significa que este correcto, pues cuando todo va bien es cuando más duele una falla inesperada, se nota, afecta y es más difícil de superar, más cuando se afecta a otros, y aunque de una equivocación puede surgir una solución, solo hay dos maneras de reaccionar ante el miedo: tratar de ignorarlo, o enfrentarlo e intentar su manejo. Es ahí donde se obtiene un aprendizaje.
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Existe una diferencia en la velocidad e intensidad del envejecimiento natural y el deterioro del cuerpo humano y la mente, pero también hay casos en los que la mente se refina y se enriquece con el tiempo. La fuerza física y la belleza del cuerpo desaparecen con los años, pero cuando se vive de manera justa y esforzada, ese deterioro puede ser compensado con una mayor sensibilidad e inteligencia, y es en esos casos que el tiempo mejora la mente, mientras el cuerpo inevitablemente se va deteriorando.
Quien juega tenis, o le gusta ver el tenis casi siempre es una persona respetuosa, honesta y capaz de reconocer cuando pierde. Al terminar un partido darse la mano, un abrazo, una sonrisa y palabras de aliento. El tenis desnuda a las personas y es inevitable que se muestren como son. Aunque también hay otro tipo de personas que muestran ausencia de ética y un notable cinismo, como algunas personas supuestamente inteligentes, o peor autoridades y políticos, a quienes la verdad no les importa, y lo único que buscan es conservar el poder a cualquier costo.
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Al alinear lo sorprendente, no me gustan las frases como “hoy más que nunca” o “échale ganas” o “la verdad es que…” o “más te vale”, o eso de “hagamos… tratemos…” porque para sacar adelante cualquier cosa, los factores deben estén alineados, pero si en un afán de protagonismo se adelanta o atrasa uno, todo se desordena. Y es ahí que son tóxicos los que tienen un hambre desmedido de reconocimiento al creerse sus propias mentiras. Vale más el que no intenta notarse, ya que su valor es evidente y no necesita ser comprobado, y aunque tal vez tome más tiempo en ser reconocido, eso no importa, porque al final estimula comprobar las cosas increíbles que tuvieron que suceder, para que hoy pudiéramos estar aquí.


Si hay tanta oferta de basura en la televisión comercial es porque sobra la demanda. Pero hay algunas evidencias alentadoras donde la generosidad de un líder que invita y rescata a colegas talentosos, y a veces olvidados, como es el caso de Jerry Seinfeld con varios comediantes en su serie de Netflix “Comedians in cars getting coffee” (es un humorismo inteligente); O Chacho López al invitar a ex pilotos de autos a narrar las carreras de Fórmula 1 en Fox Sports; O Jakob Dylan en su serie “Ecos del cañón” que muestra la época del rock clásico de los años 60s y las múltiples figuras que brillaron en Laurel Canyon, California. Festejar el éxito ajeno es propiciar el propio, aunque la importancia que le da cada quien a las mismas cosas sea muy diferente, aun así la derrota puede ser rentable para algunos. Y es cuando me pregunto: ¿por qué todo tiene que crecer siempre? Se hace una obligación vender más, ganar más y acumular más. ¿Hasta dónde es bastante? ¿Qué tanto es suficiente? ¿Cuál es el límite?​​​​​​​​​


A veces conviene pensar sin lógica pero con sigilo, al aceptar cuando el rival ganó, porque cuando pierdes significa que has cometido un error, y en las intuiciones y las premoniciones de la comunicación instintiva se reconoce la calidad del rival al percibir su buena actitud, que es cuando se recupera el sentido de la urgencia, pues las tendencias hoy le dan más valor a la brevedad. Pero también hay cosas que se deben evitar, como son hablar del soberbio, escuchar al necio, o leer al equivocado ya que todo eso lo fortalece. Resulta mejor ignorarlo y con eso evitar que la única garantía de la propia seguridad sea el silencio. No saber hacia dónde va la confusión generalizada, bien nos puede llevar a cierta certeza individual.

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