Arte

POR QUÉ ‘EL JUEGO DEL CALAMAR’ ES UN INQUIETANTE SIGNO DE NUESTROS TIEMPOS

La serie coreana El juego del calamar recientemente se convirtió en la serie original de Netflix más vista del mundo, superando por mucho a Bridgerton en sus primeros 28 días de estreno. Se trata de un fenómeno global que incluye a las redes sociales, que están viendo una derrama de contenidos inspirados por esta serie. En TikTok, el ambiente natural para una gamification de la realidad, el contenido de Squid Game (el nombre en inglés) alcanza más de 45 000 millones de vistas. No sorprende que Netflix quiera crear un videojuego de la serie

La trama de de El juego del calamar es absolutamente distópica, un signo de nuestros tiempos, como la describe France Culture. 456 personas, severamente endeudadas, son reclutadas para jugar un juego en el que pueden convertirse en multimillonarios, pero todos los perdedores serán ejecutados. Lo más llamativo, sin embargo, es el tipo de juegos que involucra la competencia. Son juegos infantiles, con toques oníricos, absurdos y terriblemente violentos a fin de cuentas. Hay algo particular en un cierto estilo coreano de filmar, en directores como Park Chan-wook o Bong Joon-ho, que son capaces de crear narrativas hiperreales en las que las personas cometen actos violentos con enorme frialdad y oscuro glamur.

Parte del éxito de la serie seguramente se debe al estilo vibrante y lúdico con el que está filmada. Tanto la música como los colores remiten a la infancia, pero es una infancia asaltada por la sangre y el deseo de triunfo por sobre cualquier otra cosa. Una dosis fuerte, combinada, de ácidos y dulces. La serie refleja ciertos elementos de la sociedad coreana, que se caracteriza por una brutal competitividad y  una enorme desigualdad económica, algo que el mismo director, Hwang Dong-hyuk, menciona. Pero hay otro tema menos evidente y más inquietante todavía. La serie podría ser una visión, si bien un poco hiperbólica, de la sociedad humana en un futuro cercano. Una sociedad en la que las máquinas hacen todo el trabajo y los seres humanos solo juegan (o consumen entretenimiento). Juegos que han perdido el elemento de espontaneidad, erotismo y alegría que caracteriza al juego en su más pura manifestación. En una reciente entrevista, el filósofo coreano Byung-Chul Han observó:

He hablado de un desempleo digital que no está determinado por la coyuntura. La digitalización conducirá a un desempleo masivo. Este desempleo representará un problema muy serio en el futuro. ¿Consistirá el futuro humano en la renta básica y los juegos de ordenador? Un panorama desalentador. Con panem et circenses (pan y circo) se refiere Juvenal a la sociedad romana en la que no es posible la acción política. Se mantiene contentas a las personas con alimentos gratuitos y juegos espectaculares. La dominación total es aquella en la que la gente solo se dedica a jugar. La reciente e hiperbólica serie coreana de Netflix, El juego del calamar, en la que todo el mundo solo se dedica al juego, apunta en esta dirección.

Y hay aquí un doble sentido. Por una parte El juego del calamar ilustra este estado que Han imagina: una sociedad en la que la gente no vive un ocio auténtico sino que se dedica a jugar o a apostar su vida por lo único que vale la pena y da sentido: el dinero. Pero al mismo tiempo, millones de personas viendo la serie de Netflix encerradas en sus casas, y otras tantas jugando juegos en TikTok y en otras plataformas, encarnan ya de alguna manera esa visión distópica y hasta nihilista de la existencia. Millones de personas cómodamente adictas a las constantes dosis de dopamina que garantizan contenidos como este y que proliferan en las redes sociales. Como explica el mismo Han:

Esa gente está sobreendeudada y se entrega a ese juego mortal que promete enormes ganancias. El juego del calamar representa un aspecto central del capitalismo en una forma extrema. Ya dijo Walter Benjamin que el capitalismo representa el primer caso de un culto que no es expiatorio, sino que nos endeuda. En los principios de la digitalización se soñaba con que esta sustituiría el trabajo por el juego. En realidad, el capitalismo digital explota despiadadamente la pulsión humana por el juego. Piense en las redes sociales, que incorporan elementos lúdicos para provocar la adicción en los usuarios.

El juego del calamar es una hipérbole de la sociedad coreana. Una sociedad que gracias a su competitividad (o quizá a pesar de ella) ha producido algunos de los artistas -o quizá habría que llamarlos, más en sintonía con el espíritu de los tiempos, «generadores de contenido»- más influyentes del mundo. Corea es, sin duda, una incipiente potencia cultural cuya influencia ya no sólo se extiende por Asia. Pero, si se reflexiona un poco, la serie no es una metáfora demasiado exótica o alejada de la realidad, es algo con lo que la mayoría del mundo se puede relacionar, y eso es lo más inquietante.

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