Arte

La escultura medieval que inspiró la madrastra de Blancanieves

En el imaginario colectivo sobreviven iconos que han alimentado nuestras fantasías, nuestros miedos e historias a partir de nuestra niñez y hasta hoy día. 

Cuando pensamos en Blancanieves, las dicotomías se agolpan en nuestra conciencia; el bien y el mal, la nobleza y el egoísmo, la soberbia y la humidad. Son conceptos que se reducen, de manera simplista, en la belleza pura de la protagonista la cual desea la malvada, y bella también, madrastra. 

En junio de 2018 la catedral de Naumburgo, uno de los monumentos más importantes de la Alta Edad Media europea, fue declarada, por fin, como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En esta catedral se encuentra la mujer más bella del Medioevo, inmortalizada en piedra. Es obra del maestro de Naumburgo, un artista anónimo que, sin embargo, es uno de los escultores más famosos de la Edad Media.

La escultura sería el molde y referente para los creadores de la maléfica de Disney por excelencia.

Se trata de una fugura perteneciente a un conjunto formado por una docena de estatuas de piedra arenisca policromada que decoran el ábside occidental, el cual está separado del resto por un coro alto.

Fueron realizadas en el siglo XIII, en estilo gótico, por el llamado Naumburger Meister (Maestro de Naumburgo), representando a ocho hombres y cuatro mujeres; siete de ellos no tienen relación directa con este artículo y son el conde Dietmar; Timo von Kistric; el conde Guillermo von Camburg y su esposa Gepa (quizá Adelaida I); el conde Sizzo von Schwarzburg-Kevernburg; el conde Dietrich von Brehna y Gerburg, su esposa. Pero el resto sí: Conrado, sobrino de Ecardo y Germán; Germán I y Regelinda; y, por último, Ecardo y Uta.

La figura de esta última se hizo entre 1243 y 1249, caracterizándose por su realismo: la esposa del margrave fue plasmada joven y bella, con una atípica corona de flores de lis incrustada de piedras preciosas y perlas, el gebende (un tocado de lino que envolvía la cabeza de las mujeres casadas), una sobrevesta roja y un manto forrado de piel y del mismo color -aunque con un tono más oscuro-, que sujeta con un broche dorado y con el que adopta un gesto medio embozándose. Un atavío que guarda indudable parecido con el que Walt Disney le pondría a la madrastra en Blancanieves y los siete enanitos.

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