Editorial

CONVICCIÓN O SUMISIÓN

“Ningún hombre de espíritu elevado adularía a un tirano” Aristóteles
La convicción casi siempre va acompañada de la valentía y a veces del riesgo, mientras que la sumisión puede ser producto del miedo y la debilidad, o peor, por alguna conveniencia económica o social, como una traición a la verdad en la pérdida de la dignidad y el honor. El billete compra casi todo menos el honor y la dignidad, cuando aparece el espíritu cortesano que sin vergüenza captura la razón y el pudor, olvidando la prudencia y el decoro en el autoengaño de creerse sus propias mentiras. Es difícil entender – y aceptar – cómo es que algunas personas supuestamente cultas e inteligentes, respaldan y apoyan posturas destructivas de líderes autoritarios que han demostrado su incapacidad.


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De lo que no hay duda es que para cada acción siempre hay una reacción igual y en sentido contrario, es una respuesta. Pero si la conveniencia rebasa a la inteligencia, cuando debe prevalecer la ética independiente del pensamiento es muy fácil caerse cuando todo va mal y no se ve la solución. Los obstáculos se deben sortear, superar o atravesar. Hoy, se percibe una pérdida en el valor de la verdad y el honor, pues hay tantos ejemplos de abuso y secuestro de instituciones independientes, que ya parece no estar tan mal. Y cuando el panorama es negro y nada parece mejorar, aparece el silencio cómplice, aunque estemos conscientes de que todos tienen sus propios problemas, y que solo tratan de resolverlos. Es válido tener una convicción, y más si es de carácter social. Pero cuando se afecta a unos para –supuestamente– beneficiar a otros, algo está mal. No es quitando algo a alguien que se puede dar algo a otro.


En un mundo civilizado, las agencias calificadoras independientes e imparciales son importantes para, en un juego limpio e imparcial dar confianza y certeza a la población. No cualquier país tiene un buen factor ESG (criterios ambientales, sociales y de gobierno) Y tristemente estamos en una situación en la que los jóvenes no recuerdan el trabajo que costó crear instituciones libres en el pasado, pues o no habían nacido o eran muy menores, no ven la gravedad de la desaparición de los necesarios contrapesos de toda democracia. El caso de Cuba lo ilustra: generaciones enteras nacieron sin libertad, no conocen otra cosa, nunca conocieron la democracia. En libertad se puede pensar en líderes más humanos, creíbles y generosos. Imperfectos pero valientes y respetuosos, que contrasten las actitudes dictatoriales con determinación, brío y agallas. Un héroe puede ser por sus cualidades y acciones, pero también por la circunstancia que le tocó vivir, cuando no le hicieron sombra y quedó en situación favorable. Tal vez ya nos está sucediendo lo que ha expresado un radical islámico: “Usaremos vuestra democracia para destruir a vuestra democracia”

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