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¿ES ESTE EL ROSTRO DE MARÍA MAGDALENA, LA COMPAÑERA DE JESÚS? (VIDEO)

En Saint Maximin de la Sainte Baume, en la zona de Provenza, en el sur de Francia, yacen las que supuestamente son las reliquias de María Magdalena, una de las acompañantes de Jesús que es nombrada en el Evangelio. El culto de María Magdalena en este lugar tiene cerca de setecientos cincuenta años, luego de que en 1279 se observaran milagros en un sarcófago que fue proclamado la tumba de María Magdalena. Desde entonces, el sitio ha sido objeto de peregrinaciones y ha estado bajo el cuidado de la orden de los dominicos.

La historia cuenta que María Magdalena, su hermano Lázaro y Máximo, quien es venerado como san Máximo, huyeron de Tierra Santa y llegaron a esta zona después de convertir a la gente local en el puerto de Marsella. Aparentemente, pruebas genéticas han confirmado que las reliquias pertenecen a una mujer judía, pero no se ha confirmado una fecha o algo más concluyente.

Las reliquias de María Magdalena son de las más famosas del mundo. Esto ha llevado a un científico y a un artista a reconstruirlas para imaginar cómo podría haber sido esta mujer en vida (si es que, claro, estas reliquias pertenecen a dicha figura). La reconstrucción es obra del antropólogo y biólogo Philippe Charlier y el artista Philippe Froesch. Charlier confiesa que realmente no saben si el cráneo pertenece a María Magdalena, pero de cualquier manera quisieron sacarla del anonimato y darle rostro.

La figura de María Magdalena es una de las más polémicas de la Iglesia y para algunos ha llegado a simbolizar la característica subestimación que ha hecho la Iglesia católica de las mujeres, dejando un vacío enorme que actualmente ha hecho que la Iglesia pierda atracción y legitimidad. Pese a que María Magdalena tiene un papel esencial en los Evangelios, su culto ha estado siempre al margen de lo que la Iglesia ha establecido.

En parte esto se debe a la interpretación teológica defendida por Gregorio I de que María Magdalena era la mujer del «jarro de alabastro» que aparece en Lucas (7:37) identificada con una prostituta. En los Evangelios, María Magdalena aparece como la mujer que ha sido curada o salvada (que ha sido llevada a la luz, abandonando el pecado o quizá literalmente exorcizada por Jesús).

María Magdalena se convierte en discípula de Jesús y tiene un rol difícil de soslayar: es la primera en darse cuenta de que la tumba de Jesús está vacía y por lo tanto la que trae la buena nueva, el evangelio mismo, de que Jesús ha resucitado. En el Evangelio de Juan, María llora al ver la tumba vacía y tiene una visión de dos ángeles afuera de la tumba y luego tiene la teofanía de Cristo, quien le encarga que informe a sus hermanos de lo que ha sucedido.

En las fuentes gnósticas-apócrifas su papel es aún más protagónico. En Pistis Sophia se le llama «la perfecta» y se le asocia con la misma sabiduría, Pistis Sophia. Al estar asociada con Sophia, que en la secta de Valentino es la consorte de Cristo, se ha sugerido también que María Magdalena podría haber sido consorte de Jesús. Esto es un tanto especulativo pero no disparatado si se admite una visión gnóstica, pues en el gnosticismo existe una fuerte presencia de la divinidad femenina y de un sacramento llamado «la cámara nupcial,» que podría haber hecho uso de la unión sexual en un contexto sacro.

El Evangelio de Felipe, un texto apócrifo, habla de Magdalena como la «koinonos» de Jesús, griego para «acompañante», y señala que Jesús amaba a María más que a los otros discípulos y la besaba más que a ellos. Elaine Pagels, historiadora de la religión adscrita a la Universidad de Princeton, ha leído en los textos gnósticos un «guiño de una relación erótica entre Jesús y María Magdalena», si bien el lenguaje erótico podría ser metáfora de una «comunión mística».

María Magdalena cobra así una dimensión de totalidad si le añadimos sus múltiples manifestaciones y proyecciones: es la prostituta, pero también es la amada (la preferida), la santa, la sabia, la luz y la oscuridad, la mujer total que encarna el principio divino femenino. Y es esto lo que la hace una figura tan fascinante, con un enorme grado de interés, que es esencial en un tentativo feminismo cristiano.

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