Editorial

HARTAR…

Aburre, fastidia y harta leer y escuchar sobre el virus, el confinamiento, revueltas sociales, o las ocurrencias de los políticos populistas, ciegos, sordos, soberbios e ignorantes. Entiendo que la incertidumbre de ser infectado, sin vacuna o cura, o de quedar en la ruina, trae desasosiego y miedo social, No creo poder aportar mucho a esos temas. Mejor, y tal vez, algo más triste: me inquieta la naturaleza del egoísmo humano que no ve más allá de sus propias narices. ¿Cómo es que estamos haciendo exactamente lo contrario de lo que deberíamos estarle haciendo a la madre de todos que se llama TIERRA? Así, en femenino.

Tenemos frente a nosotros el mensaje clarísimo que nos está enviando nuestro entorno, la naturaleza misma (y tal vez sea el último) a la que estamos destruyendo y envenenando en un inconsciente, inexplicable y ciego suicidio planetario. Cegados por el oro y el poder de un efímero y patético afán de sobresalir, solo para acelerar la auto destrucción pateando la cuna. Escuchemos a los chicos de los “VIERNES POR LA TIERRA” (iniciados por Greta Thunberg) quienes insisten en que: “Queremos futuro no hidrocarburo”. Significativas palabras del vecino de página Ramón de la Peña quien afirma que en la educación a los jóvenes debemos: “Favorecer el desarrollo de una actitud sensible hacia las dificultades y carencias del mundo que nos rodea”. Cuando todo está perdido significa que hay que empezar de nuevo, y es también cuando son harto frecuentes las emociones contenidas de rabia y frustración, ahora sí ya nadie cree en nada, y pues aceptar el ser subestimado para ya no hacer más olas, ya que hay a quienes la felicidad ajena puede parecerles sospechosa. El tejido social se deshilacha…

Las desilusiones personales y profesionales que pueblan el día a día, y la indiferencia que se percibe en la gente que pasa con tapabocas y los ojos y oídos cerrados hacia los que sufren y solo desean que esto ya termine. Claro, la vida no es color de rosa, oscila entre el blanco, el gris y el negro. Persisten las desilusiones, y desencuentros e injusticias se agolpan en las nubes negras del horizonte, pareciera que el brillo del sol no va a aparecer. Lo curioso e irónico es que hay bondad y honor por doquier, pero o no florece o no se atreve a florecer. El afán de poder, dinero y fama surge tal vez como respuesta equivocada a lo efímero de la existencia, y a la prisa por gozar y significar. ¿Dónde están los líderes sociales, los académicos, los empresarios, los políticos de valor, los intelectuales? Viendo desmoronarse las esperanzas sociales gracias a los políticos populistas, que hartan y pareciera que solo están ahí por el poder y/o el dinero. Ciegos, sordos más no mudos porque ¡Ah, con qué facilidad mienten!

Al final de la primera guerra mundial en 1918, Stefan Sweig, decía de sí mismo que “la polémica no es la forma de expresar mis convicciones” y también dijo algo que podría aplicar a nuestros días: “Europa está devastada para un tiempo que llegará más allá de nuestras vidas” y claro, deseamos que estas palabras no sean premonitorias. Otro infortunio fue el del “Invierno del Hambre” Europa 1944 segunda guerra mundial. Lo vivió en carne propia Audrey Heupburn de niña en Holanda y la marcó para toda su vida. Mujer con alto sentido humanista que no insultó su vejez, y con enorme fe en el ser humano se dio a los niños desvalidos, aunque ya estaba muriendo de cáncer terminal.

“Me duele México” (Salma Hayek).

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