Editorial

CREAR…

CREAR…                                                                                                                             

Escalar la montaña es mucho más fácil que permanecer en la cima                                                                                                                       (Michael  Phelps)

La creatividad  no consiste en  producir algo completamente nuevo, es a partir de las cosas que  conoces, de tu propia experiencia  que surgen las combinaciones  y se conectan los puntos,  casi siempre  por el camino más arduo  surge  algo original y diferente,  que en ocasiones   inicia con una destrucción creativa.  Siempre es difícil, es como caminar en la oscuridad,  sin saber lo que vas encontrando en el camino,  hasta que  te  rodea  el  orden de la belleza  que lleva a la plenitud,  y  ya que solo persuade aquello que uno  encuentra por sí mismo, la creatividad es  intrínseca a la naturaleza humana, y así, la seguridad en uno mismo proviene del conocimiento  que tienes de  tus propias habilidades.      

La eficiencia  está presente en la naturaleza,  y nació como una condición de supervivencia. En nuestro  propio comportamiento personal  realizamos inconcientemente  múltiples  actividades  cotidianas buscando  el menor gasto de tiempo y energía, tal como se acomodan las burbujas de  jabón o las celdas en un panal de  abejas. Somos eficientes pues s abemos que nuestro tiempo es limitado, y ya que el mejor profeta del futuro  es el pasado, el presente es el instante en el cual  el futuro  se desmorona en el pasado.                                                                                         

El minimalismo no es la falta de algo, es simplemente la perfecta cantidad de algo, que con sutilezas  misteriosas, y sin distracciones estériles, te lleva a la plena conciencia de tu propia experiencia   al  estar  en un espacio  propiamente diseñado. Hay espacios que producen tensión y desasosiego: los aeropuertos, los hospitales y  las cárceles;  espacios que inspiran y relajan: los museos, los teatros, las galerías de arte, los clubes sociales y los restaurantes;  espacios que generan introspección y armonía: los templos, y los parques;  espacios que inspiran la creatividad e innovación: las oficinas, las escuelas  y las áreas de trabajo.  Es responsabilidad del arquitecto  el  reducir algunas de estas sensaciones,  y  propiciar otras. Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón,  sabiendo  que el  corte de una  gema debe estar terminado para poder apreciar su brillo.                                                                                                                                                                                                     

Una regla de oro  en el diseño y la construcción de espacios es que estas actividades siempre cuestan  más  y se llevan más tiempo de lo que supusimos inicialmente,  saber lo que algo cuesta no implica valorarlo,  pues  siempre queda esa sensación permanente de que se te está olvidando  algo. Y porque las diferencias no son enemistades,  las  decisiones  incluyentes  de un proceso deben conciliar a esto y aquello, y no permitir el rompimiento que implica esto contra aquello. Como la esfera de la eternidad, de la que Li-Tai-Pé dijo que era un cuadrado vista por la inteligencia, y un cubo vista por el alma. No seriamos lo que somos si cada minuto no fuera una duda, un problema, una incertidumbre.

Una solución arquitectónica mediocre hace más daño que el solo hecho de imponer un objeto mal logrado, no solo representa un mal ejemplo del  uso de los recursos y las posibilidades de un emplazamiento favorable, pues puede desaprovechar una amplia exposición visual y vial, y  desperdiciar una orientación favorable y vistas memorables, presentando en vez de algo abierto y fluido,  un concepto cerrado, sombrío y chato. Cuando la calidad en el diseño aparece,  es fácil reconocerla   pero es difícil explicarla, es una sensación agradable  que te hace sentir pleno, identificado, partícipe.

Somos un parpadeo en la historia  (Octavio Paz)

  • Jaime Claudio Pérez García
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