COMPETIR AL MARGEN
Con historias de olvidos y desencuentros en las que el orden es condición del éxito, y aunque al competir a todos nos gusta conseguir ventajas y ganar, pero estas deben ser legítimas y meritorias, y no trampas. El espíritu deportivo debe prevalecer con reglas acordadas y respetadas. Al enriquecerse cada día con conocimiento, donde no importa si lo que hiciste ayer lo tengas que destruir hoy, solo tratando de dar la vuelta a la página en un movimiento contradictorio de atracción y repulsión, y lentamente, con la determinación y la modestia que solo admite el reconocimiento ajeno, es como se conduce el guerrero ante las múltiples calamidades que lo acechan todo el tiempo.
Ante un ataque inesperado, una actitud inocente y descuidada siempre es un riesgo, pues hay muchas formas de intimidación, casi todas basadas en el atropello sorpresivo, en el manejo rápido del tiempo con un patrón agresivo de preguntas inoportunas para desequilibrar la posible defensa. Y aunque puede aparecer una defensa atropellada, insegura e inconsistente después de haber caído en el juego del error y la ignorancia, cuando la defensa consiste en regresar las fallas que se señalan, como un “no, es que tú eres peor. Hiciste esto y aquello” pues sí, pero ¿de quién estamos hablando?
¿Cuántos años tienes? Todavía no conozco a alguien que no se incomode con esta inoportuna y aparentemente cándida pregunta, es molesta no solo para las mujeres. Y las respuestas van desde el “…tayocho” al “¿para qué quieres saberlo? o hasta el “se me perdieron los papeles” al “¿y tú?” Ya que ante cualquier respuesta, quien pregunta puede pensar: “vaya, todavía está bien pendejo” o “ya se va a morir y no va a terminar el trabajo” o “ah, pobre, que jodido está” y en el mejor de los casos “no está tan mal para sus años”, lo que puede producir envidia, que también es un sentimiento negativo que produce indiferencia y silencio. La edad y la muerte son cosas que no nos gusta pensar. El tiempo es a la vez algo que necesitamos desesperadamente y al mismo tiempo, nuestro mayor enemigo. Un asesino implacable, una desafortunada paradoja. Y la única manera de evadirlo, que no evitarlo, aun sabiendo que vamos a ser derrotados al final, es siempre estar ocupados en algo. Sin pensar mucho en la inevitable y dolorosa derrota que al final vamos a sufrir. Por eso, es mejor no hacer esa pregunta. Es preferible quedarse con la duda. Los misterios siempre son más interesantes que las certezas.
El conflicto entre lo análogo y lo digital ha llegado a tal grado con el culto exagerado a lo digital, que hay a quienes les avergüenza usar un lápiz, sacar un papel para dibujar o escribir algo a mano, y hay quienes ven con desprecio esa habilidad – que no tienen – y que tal vez solo indica envidia y deficiencia ortográfica (confiando solo en los correctores). Es patético cuando el uso de una herramienta digital se vuelve (por inercia, comodidad e ignorancia) más importante que lo que trata de resolver, y resulta algo donde prevalece el cómo y con qué haces las cosas, que el problema que se pretende resolver.
La última parte de tu vida puede ser la mejor parte de tu vida. Si nos lo proponemos, con el compromiso de tener privilegios y a partir de la lucidez y experiencia, trabajando a contracorriente como un salmón, pues es mejor estar haciendo algo para nadie, que estar sin hacer nada, y una vez llenada la página en blanco, esta reclama su lugar desde la imperfección, pues al revisar siempre hay algo que pudo haber sido mejor, ya que solo cuando se tiene éxito, es cuando te escuchan, pues el tener una idea más o menos clara y pulirla es más productivo que no tener ninguna idea. Aprovechar la oportunidad de dar unos pasos más, de repetir un trayecto, de volver a subir unos escalones, digamos por un olvido, con el fin de mantener activo al simio que nos habita.
